Allá donde descansan los muertos

 


Allá donde descansan los muertos,
ahí yace tu padre en el silencio eterno,
y la tristeza de su ausencia
se clava como un cuchillo en mi pecho.

 

¿Quién, el que me cargó cuando fui niño?
Sí, él, el que abrazaba mi miedo con sus manos,
el que levantaba mi alma caída
y me enseñaba a sonreír en medio del miedo.

 

¿Y ahora? ¿Dónde está su risa, su calor?
Ya no hay más caricias ni palabras de consuelo,
solo el eco lejano de una voz que se apaga,
y un niño perdido entre frágiles recuerdos.

 

Me quedó su sombra en las noches frías,
su ausencia se hizo un desierto sin fin,
y aunque el tiempo me ha enseñado a callar,
su nombre siempre será un grito ahogado en mi ser.

 

Allá donde descansan los muertos,
en ese lugar donde el amor nunca se olvida
está mi padre, mi héroe, mi ejemplo.
Pero yo, aquí, sigo esperando su regreso.






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