Bajo este vasto y estrellado cielo,
vuelvo al lugar donde yace tu
cuerpo.
Un padre nuestro no basta para
extrañar
tu presencia y buenos
consejos.
Así lo siento, entre el viento
que acariciar mi rostro y
una luz que me ilumina dándome
consuelo.
Menciono tu nombre bajo esta
tarde que me inspira hacerlo.
No puedo más, mi tristeza me
ha derrotado.
Pido consuelo a la luna, a las
estrellas, al universo entero,
pongo mi alma al desnudo y
hago versos con tinta roja cual sangre.
Solo recuerdos me agobian.
Y ante este dolor…,
no obstante, prefiero la
muerte que mi soledad agobiante.
Bajo la penumbra, busco
consuelo cual un perro busca a su amo,
me arrepiento, me desespera lo adverso, cierro mis ojos por un instante,
y al abrirlo, veo flotar tu rostro
cual un fantasma que intenta
llevarme por el aire.
Preferiría quedarme contigo,
pero al pisar el suelo,
avanzo como hacen los vivos, y
oigo una voz que me dice;
¡no puedes hacerlo! Mañana
vendrán otros a quedarse
entre los muertos.
Entonces, vuelvo triste por el
abismo de mis recuerdos,
sin esperanzas, sin anhelos y
un sufrimiento aplastante
donde solo la luna me dice, el
universo no es perfecto,
si
algo ganas, es porque pierdes algo.
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